
Y lo hizo sin paliativos. Sin conceder ni una oportunidad a sus contrarios. No cedió ni un solo set en toda la semana. Y lo que es más significativo: sólo perdió doce juegos en cinco partidos. Es cierto, que no se encontró por el camino a ninguno de los pesos pesados del circuito y que sus tres últimos rivales, fueron jugadores españoles, a los que tiene tomada la medida. Pero eso no desmerece el gran tenis que Rafa ha jugado en Mónaco. La bola le botaba altísima y nadie ha conseguido dominarle en los intercambios desde el fondo de la pista. Ha sacado bien y sobre todo ha utilizado su revés mejor que nunca. Muy agresivo, golpeando siempre la pelota con mucha intención y dándole mucho peso a su derecha. Con esas condiciones de la pista, y con Nadal al cien por cien, es imposible ganarle.
Ahora vienen torneos muy favorables para el español: Barcelona, Roma, Madrid y París. Si las lesiones le respetan, será favorito claro en todos. Estoy seguro que tiene una espinita clavada por lo que pasó el año pasado en Roland Garros y dará todo para sumar su quinta copa de los mosqueteros. Es una buena ocasión para recuperar el número 2 en la clasificación de la ATP y acercarse a Roger Federer, al que puede recortar puntos en las próximas semanas.
Pero aunque hay que ir pasito a pasito y partido a partido, da gusto ver a Rafa revolcándose de nuevo por la arcilla y mordiendo el metal de los trofeos que conquista.
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